A sus ocho años, a Britney Campbell le encanta que le inyecten bótox. Y ya sueña con un aumento de pecho y una operación de nariz. Pero lo que verdaderamente aterra es que sea su propia madre, Kerry, una esteticista de Birmingham, la que como mucho cada tres meses sube a su pequeña a una camilla, prepara la jeringuilla con toxina botulínica y perfora una y otra vez el angelical rostro de su hija en aras de un maquiavélico culto al cuerpo.
Visto aquí.
Madres que pagan sus frustraciones con sus hijas, aunque sea a costa de causarles lesiones permanentes. Que alguien haga algo, y le retiren la custodia, o acabará desfigurando y traumatizando de por vida a la niña.
ResponderEliminarEn fin, lo que hay que ver ....
Un saludo.
que horror esa madre deberia ir a un tratamiento psicologico dire spquiatrico
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