miércoles, 30 de junio de 2010

¿Es grave, doctor?

Voy a hacer un inciso en la crónica escandinava, pero es que desde ayer vivo sin vivir en mí. Anoche tuve una experiencia de esas que te hacen plantearte si no habrás estado equivocada toda la vida en cuanto a tus más profundas convicciones.

Desde siempre he odiado con todo mi ser el fútbol. Su sola visión me producía un aburrimiento exasperante. Creo que todo se remonta a un trauma infantil, cuando mi hermano y mi padre me ignoraban por sistema cada vez que había partido en la tele, y yo acababa aburrida y enfadada en mi habitación (y con algún azote encima) todas las jornadas de liga. Esas cosas marcan, y desde entonces he sido incapaz de comprender el goce y disfrute de todos aquellos que se arremolinan delante del televisor con unas cervezas durante noventa minutos de pelota va, pelota viene.

Tampoco entiendo el sex-appeal que provoca en las féminas la figura del futbolista (ni la del torero, ya que estamos). A mí Raúl, Guti o Casillas me resultan aburridos, sosos y soporíferos. Y las polémicas con Saras Carboneros, Evas González o Aranchas de Benito me la traen al pairo.

Y me indigno con la indignación de mis compañeros de trabajo cuando cada año protestan por gastarse el dinero en los libros de texto de sus hijos, pero que sueltan sin pestañear por su carné del Real Madrid más de 700 eurípides todas las temporadas.

Sin embargo, ayer empecé a ver sin mucho interés el partido de La Roja (¿quién habrá sido el espabilado al que se le ocurrió llamarla así?) y confieso que en el segundo tiempo ya no pude dejarlo e incluso solté algún grito por un gol fallido, me mofé de Cristiano y sus pucheros y aplaudí cuando el árbitro dio fin al encuentro. Y ahora me encuentro pensando que qué bien que en cuartos nos ha tocado Paraguay y cuál será el mejor bar para ir a ver la final.

Estoy francamente preocupada.

martes, 29 de junio de 2010

He vuelto, sana, salva y un poco más pobre

Un paso al Norte, (en Europa)
un pasito hacia el sur, (en Europa)
de este a oeste, (en Europa)
empiezo yo y sigues tú. (en Europa)

Aquí estamos, de vuelta en la ciudad sin metro, tras tres días muy bien aprovechados. Varias son las impresiones que me ha dejado la tierra de los fiordos:
  • La gente no es tan alta, esbelta y rubia como pudieras imaginar. Y los que son rubios se empeñan en teñirse el pelo de negro. ¿Dónde están esos vikingos que yo me esperaba? Habrá que pasarse por Suecia y Finlandia para encontrarlos.
  • Los otakus nipones son unos aficionados comparados con los jovenzuelos de Oslo. Cantidades ingentes de adolescentes disfrazados de oso panda o vampiro inundaban las calles. Al principio creímos que había una convención o algo parecido. Pero no, es que salen así a pasear.
  • Oslo es, con diferencia, la ciudad más cara en la que he estado. Ello ha provocado que haya pagado lo que nunca por una única botella de vino blanco que estaba medio bueno, esta que aquí veis:

  • Como consecuencia del punto anterior, optamos por economizar evitando usar todo tipo de transporte que supusiera un desembolso económico (salvo el velero, claro, que recorrerse el fiordo nadando iba a ser muy cansado). Hoy puedo decir que estoy totalmente preparada para correr la maratón.
  • Aprovechando que se celebraba el Orgullo Gay por aquellos lares, hicimos una incursión en el evento. He decir que ELLOS son mucho más estilosos y guapos que ELLAS. No tengo ni idea de qué tipo de selección genética se ha producido por allí, pero nunca vi tanta franela junta. Aquello era el paraíso de las mujeres biológicas. Una vikinga quiso confraternizar conmigo; la barrera idiomática no le supuso ningún impedimento, es más, el no poder comunicarnos verbalmente le parecía la mar de gracioso: "Mejor, pues así bebemos", me tradujeron que exclamó.
  • Nunca entenderé por qué en un lugar en el que nunca se hace de noche no hay persianas.
Resumiendo, lo he pasado divinamente. Y me he quedado con ganas de ver todo aquello con un poco más de nieve. Así que volveré, seguro (eso sí, cuando haya ahorrado algo). Y por hoy, esto es todo. Otro día más. Me voy a ver si por fin eliminan a España del Mundial.


jueves, 24 de junio de 2010

Camino de tierras noruegas

Mañana a estas horas estaré camino de Oslo, adonde, como ya comenté hace tiempo, me han mandado mis íntimos para que respire otros aires. Concretamente, estos:


De modo que ando investigando la gastronomía del lugar, porque, para qué engañarnos, todos sabemos que lo que últimamente nos mueve a viajar es el bebercio y el comercio que ofrece el lugar. Será la edad. Resulta que uno de los platos típicos de Oslo es la paloma.


Yo no sé si será el haber pasado mi infancia viendo a las palomas mutiladas de la Plaza Mayor de Torrelavega o ciertos prejuicios culturales, pero lo de comer paloma no me seduce mucho. Creo que me inclinaré por el menos arriesgado salmón ahumado.

Espero sacar muchas fotos con las que animar este blog que tengo un tanto abandonado. Ya os contaré qué tal el paseo en velero por el fiordo; inexplicablemente, hemos acabado en uno amenizado por música de ópera; tres horas de alaridos.


Esto debe ser lo que llaman ironía dramática.

Nos vemos a la vuelta.

miércoles, 2 de junio de 2010

Cuánto daño ha hecho el ácido

Otro signo de que el verano ya está aquí es que mi jefe hace uso de toda una serie de polos de colores ácidos. La gente debería darse cuenta de que, pasada la cincuentena, según qué colores no te favorecen nada nada nada. Hoy le toca el turno al verde.

martes, 1 de junio de 2010

Comienza la estación de estrés térmico

Tras ya unos cuantos años de vida laboral y experiencia en diversos entornos oficinescos, puedo afirmar sin riesgo a equivocarme que uno de los motivos más recurrentes de discusión y desencuentro en este ámbito es el del frío/calor. Siempre hay quien en pleno enero tiene calor y abre puertas y ventanas, y quien se muere de frío en agosto. Hoy es el primer día de aire acondicionado aquí en el universo del autodefinido, y el intento de algunos de llegar a los 18º, cuando en el exterior hace 30º, ya ha dado lugar a los primeros roces de lo que será un verano cuajado de rifirrafes por el control del aire acondicionado.

Y cada año lo mismo.

Porque todos tenemos un pequeño Bill Murray en nuestro interior: