viernes, 29 de octubre de 2010

Epatar a la burguesía

Parece que la semana ha girado en torno a tres individuos que intentan disimular su escaso talento literario soltando genialidades como estas:

“Se es un mierda cuando uno demuestra públicamente que no sabe irse. De ministro o de lo que sea. Moratinos adornó su retirada con un lagrimeo inapropiado. A la política y a los ministerios se va llorado de casa. Luego Moratinos, gimoteando en público, se fue como un perfecto mierda.” (Arturo Pérez-Reverte, con dos cojones)

“En Tokio, un día, me topé con unas lolitas, pero no eran unas lolitas cualesquiera, sino de esas que se visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rímel, tacones, minifalda (…) Tendrían unos trece años (…) Subí con ellas y las muy putas se pusieron a turnarse. Mientras una se iba al váter, la otra se me trajinaba (…) El crimen ha prescrito, así que puedo contarlo, aparte de que las delincuentes eran ellas y no yo (…) No hay nada como la piel tersa, los pechitos como capullos, el chochito rosáceo.” (Fernando Sánchez Dragó, literaturizando)

“El político corrupto que cobra comisiones antes de recalificar un terreno y conceder una licencia, ¿a quién está dañando? No, desde luego, al concesionario de la licencia, que espera sacar de la concesión una tajada mucho mayor que la comisión que el político corrupto se lleva bajo cuerda; y tampoco a quienes luego vayan a comprarse un piso en la urbanización que el concesionario construya sobre los terrenos recalificados, que habrán de hacerlo necesariamente al precio de mercado (precio que, desde luego, no variará porque el político deje de cobrar comisión). Tal vez la disciplina ética del político corrupto pueda calificarse de «relajada»; pero, desde un punto de vista meramente pragmático, no puede afirmarse que esté causando un daño tangible a nadie.” (Juan Manuel de Prada, confundiendo churras con meninas)

Se acabó la semana y yo me voy de puente al verde norteño.

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